La Insoportable Levedad del Lunes (en Miércoles)
Apéndice
En esta entrega publico íntegra una elocuente reflexión sobre la megamarcha por la paz escrita por la ogra invitada de ésta semana: Bárbara Enríquez. Aprovecho para invitarlos a que no duden en mandarme textos que deseen dar a conocer, pueden ser sobre lo que sea (textualmente). ¡Hay que hacer gimnasia mental de vez en cuando!
Después viene la segunda parte de mi diatriba contra todo. Tendría que haber sido mas extensa, pero esta primer colaboración ilumina ciertos tópicos con mas tino que su inseguro servidor.
Hablar de la realidad de este país es un tema demasiado complejo. En menor o mayor medida todos sabemos cuales son los problemas que aquejan a la realidad mexicana, el punto es ¿qué hacemos como individuos para solucionarlos?.
Culpar al gobierno de la pobreza, la injusticia, la desigualdad, la inseguridad, etc. es un trabajo que prácticamente todos podemos hacer. Decir que México es un país al que sus modelos económicos lo han llevado sistemáticamente a su realidad actual no es, digamos, la conclusión brillante de un estadista; todos podemos darnos cuenta de eso pero pretender que las cosas pueden cambiar como por arte de magia y que una linda mañana, –digamos en un par de meses– nos despertemos y los pajaritos canten y la vida nos sonría porque los problemas se han evaporado es estar ciego; es ser de hecho, un poco estúpido.
No hay manera de resolver un problema que tiene su raíz en lo más profundo de la historia en dos meses, ni siquiera en seis años. Parece que nadie ha notado que la mejor manera de hacer que las cosas cambien es teniendo la misma paciencia, la misma tenacidad y el mismo empeño que han aplicado los mass media, los políticos corruptos, o las poderosas multinacionales en hundirnos. La desigualdad social es un factor común en latinoamérica, y lo que es peor, de esa desigualdad que nos hace ser tercer mundo depende en gran medida el primer mundo. La ignorancia, el conformismo, la desinformación, la pobreza, son productos de una historia plagada de intervenciones, una historia de manipulación y control por las “buenas”, o en los peores casos, por las muy malas. El punto es que cada uno de nosotros que se de cuenta de esto, tiene la responsabilidad ética de hacer algo al respecto.
El Domingo pasado, en el DF ocurrió un fenómeno único; la clase burguesa se hizo escuchar saliendo de blanco a las calles del centro a manifestarse. Bien visto, ese podría haber sido el milagro que este país necesitaba, porque desde mi muy leninista manera de ver las cosas, creo que en la clase burguesa está el poder de hacer cambios, ¿por qué?. Porque somos los que tenemos la suficiente información, el tiempo y los recursos para que nuestras ideas sean escuchadas. Pero, ¿dónde estuvo el error?.
La clase burguesa de este país marchó el domingo pasado sólo por sus intereses y por los de nadie más; no por los del pueblo en general, no por los de todos los mexicanos, sólo por sus muy claros, privados y mezquinos intereses de poder salir a las lindas calles de Polanco o de la Condesa y pasear con su x-terra y su labrador sin temer que algún mugroso los asalte o un grupo de criminales organizados los secuestre; marcharon por el agua para su molino y eso señoras y señores demuestra el egoísmo más encarnizado. Marcharon cada uno por su egoísmo, y juntos por un fin más triste aún –la mayoría ni siquiera lo notaron–, marcharon por un fin político clarísimo enarbolando una necesidad legítima en bandera blanca volviéndola un slogan publicitario “Dile no a un gobierno de izquierda que nos va a quitar todo lo que tenemos y cuéntaselo a quién más confianza le tengas”. ¿Saben que en los barrios populares de esta ciudad no es ninguna novedad que te asalten en una esquina, que te secuestren, que te violen, que te veas en medio de una balacera? Lo que pasó es que las aguas negras de la ciudad están llegando a los barrios más altos y recién notaron que algo andaba mal.
El trabajo de hacer de nuestra ciudad un lugar más seguro para vivir es una tarea de todos, una tarea ardua que implica tanto ser críticos como apoyar a las autoridades a realizar cambios efectivos y, dicho sea de paso, ya que han salido a la calle a manifestar su inconformidad por algo que les atañe, a ver si la próxima vez que EU invada un país se unen a los pocos que salimos a las calles a decir NO, porque eso también nos atañe. Y cuando se manifiesten los electricistas para decir que la patria no se vende se unen y hacemos una voz que se escuche muy fuerte para que por fin digamos que somos mexicanos y que queremos un México para TODOS.
¿Y luego?… Todavía estamos a tiempo, lo digo con poca certeza pero con mucha buena fe. Despertemos ahora que no queda mucho tiempo, organicémonos, tomemos de nuevo las calles pero por fines más justos. Todos los mexicanos tenemos derecho a la seguridad, a la educación, a una buena alimentación, todos queremos salir a la calle con nuestro hijos pero no sólo para jugar con ellos sino para enseñarles que viven en un país justo del que se deben de sentir orgullosos.
Bárbara Enríquez
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