La inopia como status quo
Muchas veces me han comentado los gentiles que en mi madriguera no me entero de nada, y este fin de semana lo demostré de manera sobrada.
No fué sino hasta el domingo en que por casualidad supe de la pusilánime convocatoria que nuestro preciso lanzó días antes para arrejuntarse con sus secuaces al abrigo del pobre Ángel de la Independencia.
El motivo a saber: hacer proselitismo de partido –Ahora si, Chente?– y planear las próximas fechorías.
El saldo: según las malas lenguas, nomás 10, 000 pelados asomáronse, cifra que se queda corta ante el concierto más guango que uno pueda imaginarse…
… en la alameda
… en martes
…y lloviendo.
Ahora sí que lamenté no haber sabido antes; me hubiera lanzado con mis sangüichitos y mi boing de mango a gozar de lo lindo en el camellón de reforma otro espectáculo como el de hace un año (reseñado en este mismo antro de vicio), pero me hubiera llevado un fiasco, pues quedó en evidencia el actual poder de convocatoria de nuestro querido rancherote luego de los soberbios aires de estadista con que nos ha apantallado los últimos meses.
Deveras, don Chente. Calladito se vé más bonito… ya ve por su culpa en que clase de mounstros nos ha convertido aquel cura, ese que dice que el Memín es una burla de su raza y que no se qué… pa mi que ni siquiera lo leyó. Pero claro eso si, sus chilpayates bien que se siguen entreteniendo con el speedy gonzáles y ahí si nadita de abrir la bouche, verdad?.
Pa que vean que el oscurantismo y la ignorancia patológica no discriminan raza ni credo…
Tenemos a un sacerdote, luchador incansable contra el racismo que de buenas a primeras se nos porta como redneck… y de los tejanos!.
Digo, está bien que si uno dice alguna burrada racista (sobre todo si es un presidente) se merece toda la carrilla diplomática posible, pero de eso a creer que la pobre señora Vargas Dulché es la encarnación del mismísimo Nathan Bedford a mi ya me suena como a que se le quedaron pegadas las velocidades al reverendo Jackson.
Si lo que digo es cierto, y Jesse Jackson no ha leído jamás un Memín Pingüin, entonces está cometiendo algo contra lo que su gente (y la nuestra) ha tenido que batallar desde siempre: el prejuicio. Y si es así estimado reverendo, me parece que ya es hora de colgar la toga.
Pero bueno, ai usté sabrá. El asunto es que por andar tras los pasos del Memín, me perdí de una buena experiencia antropológica, que por fortuna será irrepetible.
Si alguno de ustedes, querido público sí se enteró y cumplió con sus responsabilidades cívicas asistiendo a esta congregación del Rey Chiquito, platíqueme como estuvo.
Mientras tanto no se pierdan este jueves la edición del número 1 del Memín Pingüín, léanlo y juzguen…
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