Avis rara
Hace un par de días tomé un taxi para ir a Polanski, el chofer era un señor de unos setenta y tantos años. Tengo la costumbre de hablar hasta por los codos con algunos taxistas y este era el caso. El tráfico infame le dió tiempo suficiente para contar varios episodios de su vida que comenzaron por la obvia charla acerca de las obras que están haciendo por todos lados en la ciudad.
El tío se quejaba de lo mal que estaban planeadas y ejecutadas dichas obras, lo decía con tanta soltura que no pude evitar preguntarle si era arquitecto o algo parecido, me respondió que era ingeniero civil.
Estoy tan acostumbrado a ver profesionistas detrás del volante de un taxi que ya no me sorprende, y sin embargo este amable señor me iba a sorprender de verdad...
Resultó que era originario del estado de Puebla, su familia vivía en un pueblito en la sierra. Hay que recordar que la sierra de Puebla es una de las regiones más castigadas por la pobreza en México. Por esta misma razón, desde muy pequeño emigró a la ciudad con la mayoría de sus hermanos y su madre consiguió que lo aceptaran en un internado militarizado. Ahí recibió toda la educación hasta el bachillerato, y consiguió una beca para estudiar ni más ni menos que en la Sorbona.
Le pregunté si no le costó trabajo aclimatarse a la experiencia de vivir en otro país y tener que aprender otro idioma, pero respondió que le había costado más trabajo adaptarse al df y a la primaria militar. Ahí fué donde aprendió lo que era la disciplina en serio...
Cuando regresó a México encontró trabajo fácilmente, pues era la época de oro para las grandes obras civiles del estado, trabajo al servicio del país poco más de 35 años y cansado según él de la corrupción sistemática de todas las dependencias y del nulo interés de sus superiores por implementar las ideas que él y otros compañeros suyos tenían para la mejor planeación urbana de la ciudad, decidió renunciar para dedicarse a proyectos privados.
Actualmente, hace una obra al año; nada espectacular frente a las presas hidráulicas en las que colaboró en los años 70, pero obra al fin y al cabo. Le gusta organizar a los albañiles, contabilizar los insumos de la obra, seleccionar y contratar proveedores, planificar sobre todo. En la obra privada, me dice muy animado, los clientes si le escuchan a uno y lo dejan proyectar a gusto y como se debe. Lamenta que nunca haya habido una política estatal que realmente se preocupara por hacer obras perdurables que pudieran ayudar realmente al crecimiento del país, y hoy día, aunque la plata no le sobra, tiene lo necesario para vivir modestamente con la familia de una de sus hijas que decidió estudiar derecho. Tres de sus cinco hijos restantes siguieron sus pasos en distintas modalidades: uno ingeniero agropecuario, otra ingeniera industrial, otra ingeniera civil como el.
Y así, con la misma sencillez que otro taxista le puede contar a uno el partido del domingo, este señor me mostró lo rica que había sido su vida, con una lucidez tan admirable, que no pude más que decírselo. Al escucharme me miró un poco extrañado por el retrovisor y me preguntó: pero por qué se le hace tan admirable joven? si ni que fuera Carlos Slim, y mire que a ese lo conocí cuando era un chamaco sin lana eh?
Poco antes de llegar a mi destino le pregunté qués lo que más le había gustado de París.
–Ah pues la Torre Eiffel joven! es una maravilla, puro remache, sin nada de soldadura! ese señor Eiffel la hizo tan bonita por que tuvo todo el tiempo del mundo pa planear. No como aquí joven, aquí nunca planean nada, por eso estamos como estamos-
Y al decir esto, señalaba con un ademán el caos de desviaciones y los feos edificios llenos de caca de paloma.