domingo, agosto 30, 2009

Tropezando con hilos negros













Hace unos días, terminé enfrascado en una discusión entre un estudiante de filosofía de la ciencia y dos amigos míos. Sí existe esa carrera hoy día. Y si, solo a mi me pasa eso.

La ocasión era una borrachera monumental para festejar el cumpleaños de mi amiga Renata, quien por cierto fué la que me arrancó de otra conversación más prometedora, y me arrastró a un pequeño corro con la intención de equilibrar fuerzas en la discusión. Digo equilibrar fuerzas, por que ella y Alex, –las dos unicas personas que conocía en toda la fiesta– agotaron rápidamente el parque tratando de convencer al estudiante mencionado de algo que yo no lograba entender muy bien hasta que se detuvieron por completo y empezaron de nuevo. La cosa iba más o menos así:

Todo comenzó por que este tío va y les cuenta que está haciendo algún tipo de desarrollo sobre la plausibilidad de los viajes en el tiempo. Es decir, no es que estuviera reacondicionando un deLorean para convertirlo en una máquina nuclear que deja quemaduras de llanta antes de desaparecer, su proyecto consistía en articular un marco teórico para demostrar que es posible realizar viajes en el tiempo. Hasta ahí la cosa.

Y entonces, las nieblas del alcohol hacen de las suyas, y la festejada (que no está demás indicar, es documentalista) se lanza a proclamar que es posible viajar en el tiempo, y que se puede lograr ese viaje a través de la memoria. El interpelado arquea las cejas, y arremete con todo el léxico kantiano posible, abundancia de -ismos, paradigmas, estereotipos, marcos contextuales, etc. para amedrentamiento de varios testigos que con discreción salieron del corro para incorporarse a charlas menos densas. Lo más curioso, es que la punta de lanza con que se defendía el chamaco de los dos humanistas idealistas (más o menos por allí caerían las etiquetas según sus argumentos) era señalar que este idealismo a ultranza, nos lleva a igualar la naturaleza subjetiva y sobre todo inmaterial de la percepción, de los sueños y la memoria, con la contundencia de los hechos reales. Y que la derecha [WTF????] se había encargado durante todo este tiempo de fomentar este idealismo ciego en la sociedad, a alimentar la creencia de que los sueños son reales, como una especie de mecanismo de control de las conciencias. Y así, pensar que los sueños son reales lleva a creer por extensión semántica, que la memoria recrea la realidad tal como ocurrió en el pasado.

Hasta ahí estaba totalmente de acuerdo con su exposición, la memoria siempre elige y articula para presentar con ventaja los hechos, despojándolos de matices vergonzosos o amargos según encaje la historia en el resto de nuestras vidas. Y creo que la manera más evidente de ilustrar esto es ver cualquier documental.

Completamente de acuerdo. Salvo por el principio. Para entonces mi amiga Renata, que confiaba ciegamente en la caballería, y viendo que ésta comenzaba a enfilar de reversa, procuró una salida cauta del encuentro, pero yo me quedé a por más. Lo que no me cabía en la cabeza, es esta idea de que solo la derecha (así en abstracto) se ha encargado de lobotomizar a las poblaciones del mundo; y no me cabe en la cabeza justo por que el actual escenario de discusión política -al menos en México- se halla en un empantanamiento atroz gracias al uso generalizado de esta confrontación maniquea entre buenos y malos, es decir entre la derecha y la izquierda.

Ahí es donde brincó la liebre. La alienación de los individuos es producto del status quo, y este incluye necesariamente a todas las fuerza políticas que componen una sociedad, el error más peligroso que podemos cometer –y de esto nos pueden hablar con soltura los pueblos sometidos por aquella izquierda que de pronto se convirtió en monstruo feroz– es creer que las fuerzas de tensión que se la pasan sobando y arañando el poder desde que el hombre es hombre, pueden separarse con claridad entre las que quieren oprimir y robar a las masas y las que buscan el progreso, el bienestar y la dignificación.

Si partimos de esta base, entonces tendríamos que hablar de fisuras en el sistema, vicios e irregularidades provocados por el deterioro de las instituciones. El idealismo ciego y desinformado es un mal que infecta a todo el tejido social, incluyendo a la izquierda por supuesto. Todos los días puede verse en marchas, en medios impresos y audiovisuales un discurso de la oposición dominado por los ideales de las luchas sociales en el siglo XX, y si bien creo con firmeza en las tesis del socialismo en cuanto a la conquista de una igualdad social duradera, a la distribución equitativa de los recursos nacionales y al establecimiento de la soberanía nacional como pilar para la construcción del estado de bienestar, he visto muchas interpretaciones atroces de estas tesis. Hoy día es un hecho que de nada sirve derrumbar las estructuras económicas del capital para crear desde cero un estado protector y administrador absoluto, mucho menos la abolición de la pluralidad política erigiendo al estado como policía de las ideas. Si bien las masas pueden ser ignorantes y no llegar a entender ciertos procesos históricos para poder tomar decisiones en el rumbo que debe tomar el desarrollo del país, controlar este rumbo con las manos de algunos camaradas elegidos por su capacidad de liderazgo es básicamente regresar al sistema tribal de los consejos de ancianos. Y eso, bueno… hemos visto como marcha aplicado a países enteros.

Para entender el lugar actual que ocupamos, sería necesario replantear quienes son los actores de toda la pantomima política, qué intereses persiguen, que causas legitiman. Por separado, sería necesario también ubicar los problemas, las carencias y las potencialidades del país. De la confrontación de ambos escenarios, las alternativas que realmente pueden suponer un cambio serán más fáciles de discernir. Ese cambio sería no importa de qué país se trate, un largo proceso histórico que involucraría la unidad del pueblo con los responsables de la administración y el gobierno en una escala de tiempo que desgraciadamente ha escapado del alcance de una, dos o tres generaciones. Obvio, lo más difícil es lograr unidad y actuar para transformar, pero en estos tiempos en que nadie es capaz de caminar -correr está fuera de la discusión desde hace rato- conviene recordar como se hace para gatear.

Hasta ahí tenía las cosas claras, el tema es que jamás logré manifestar este punto de vista, pues la cabeza enfebrecida del filósofo-científico continuaba articulando todo un escenario en el cual la gente normal está tan alejada de las estructuras de razonamiento lógico, que el grado psicótico de no distinguir entre la verdad y la fantasía (o la utopía) aceleraba cada vez más la caída de la humanidad en un pozo ciego al verse despojada de la capacidad de análisis y sobre todo de poder hacer conjeturas materialmente demostrables para definir ciertas cosas como, claro, la existencia de tal o cual fenómeno.

Y sin embargo, lo que ubicamos como “realidad física” sigue siendo en cierto grado el fruto de un consenso ratificado por los últimos descubrimientos científicos... o debería decir, por las interpretaciones actuales de dichos descubrimientos.

¿Cuantas veces no se ha incurrido en errores descabellados por carecer de los marcos analíticos adecuados? ¿Durante cuantos años asumió la ciencia la existencia del éter, del fluído calórico? ¿Cuanto tiempo se asumió toda la teoría del galvanismo como cierta y válida?. El desarrollo de esta teoría, llevó por un lado a la creación de los desfibriladores modernos, pero por el otro devino en la aberrante incorporación de las terapias con electrochoques en la psiquiatría. Así de delicado puede ser el andar tambaleante del método científico.

Mi interlocutor contestó por su parte que ése era un aspecto muy interesante del método científico; si bien gran parte del universo tangible ha logrado desvelarse gracias a lo que es físicamente demostrable, el marco teórico con el que se estudian los fenómenos sufre convulsiones serias de vez en cuando. Yo pensé en el caso concreto de Galileo; para cuando empieza a sospechar de la naturaleza plana y estática de la tierra, estas mismas se asumían como un consenso apoyado en pasajes de la Biblia y siglos más tarde después de mucha burocracia espiritual y luchas de credibilidad masiva, admitimos de manera consensual pero esta vez convencidos por pruebas científicas, que la iglesia católica estaba equivocada y la tierra no solo era redonda como lo decía el pobre Galileo, sino que también giraba. Y alrededor del Sol.

Un paso hacia la luz de la verdad científica, pero consenso al fin y al cabo.

Ahora, ¿qué clase de garantías puede ofrecer la ciencia moderna de que sus pasos firmes hacia la oscuridad de las incógnitas son correctos? Acaso no hay un montón de teorías -teorías importantes, como la del campo unificado- que siguen siendo provisionales hasta demostrar científicamente su existencia o su validez?.

Evidentemente -proseguía- existirán siempre pasos en falso, no es el caso de la teoría del campo unificado por que se han hecho avances clave en los últimos años, pero lo más importante de la ciencia moderna es que ha logrado apuntalar varias nociones fundamentales cuya definición es hoy día inamovible por el simple hecho de que se ha demostrado su existencia y su plausibilidad. Lo más irónico es que estos pivotes inamovibles han existido desde siempre, pero su contundencia escapó durante mucho tiempo de nuestro alcance por que el pensamiento humano no había llegado al grado de madurez necesario como para hacer inteligible, demostrable y cuantificable dicha existencia. Lo importante es que todos los seres humanos debemos estar conscientes de esta diferencia trascendental entre la tangibilidad y la subjetividad de la percepción. Y claro, entonces comprendí por qué se había puesto tan enérgico; alejarse de esta gran pauta entre lo que sucede dentro de nuestras cabezas y lo que en realidad sucede como hechos factuales y observables por más personas, es en gran medida la razón de todas las disputas y desacuerdos en que nos vemos envueltos.

Wittgenstein decía que los problemas filosóficos no existen como tales, sólo son desfases lingüisticos. Es decir, que siendo el lenguaje un objeto único y original en la cabeza de cada persona, los dilemas lógicos, morales e incluso metafísicos son productos de la incapacidad de entendernos los unos a los otros de una manera absoluta. No hay una vía real de tener conciencia sobre nuestra propia naturaleza subjetiva, por que esta misma subjetividad es la base sobre la que se cimenta lo que somos. Nuestro YO, dirían los psicoanalistas.

Es posible que la sociología moderna tenga ya los elementos adecuados para demostrar el porque las luchas sociales terminan siendo siempre victorias pírricas, podría demostrar incluso que la lucha de clases es, -contra lo que Marx pensaba- una pugna eterna cuya naturaleza es más la de un agente de transformación que la de un fin en sí. En ese sentido, quizás sea el pensamiento científico el único contrapeso de equilibrio que tenemos en nuestras acrobacias funambulistas...

He de decir que todas estas conclusiones se fueron articulando en mi cabeza, mientras me bebía con calma una chela caliente en la barra. Al pobre filósofo científico se lo llevó la novia que ya había perdido la paciencia con la charla y quería irse desde hace horas, y mis amigos andaban charlando con mediomundo. Debí verme raro sentado ahí, con la mirada perdida en el infinito y más alla mientras todo cristo bailaba cumbia con ganas.

Y yo que sólo iba a tomarme dos chelas y a dormir...

[La foto es de mi autoría, es una exposición muy lenta de un cielo estrellado. Al hacer exposiciones de más de 15 minutos, las estrellas se quedan expuestas en la película describiendo la rotación de la tierra, de ahí el movimiento circular. Si la fotografía hubiera existido en tiempos de Galileo, les hubiera hecho comer mierda de la buena a aquellos curas que lo tacharon de loco hereje e insulso. N. del A.]