Mi vida sin mi (bueno, sin Sarah Polley.. bueno sin el personaje de Sarah Polley… en fin)
Antes de empezar necesito aclarar algo:
Las películas de enfermos terminales me dan una hueva infinita.
La idea de sentarme frente a una pantalla durante un par de horas a observar como agoniza un(a) pobre diablo(a) que:
a) Tiene un amor por la vida inconmensurable y teje su drama bajo la premisa del mítico ¡¡¡¡No quiero morir!!!!!!
b) Alberga en su corazón un odio cerval contra todo el mundo por su ingratitud no obstante su valía como ser humano y se dedica con todo encomio a hacerle la vida imposible a los zoquetes que siguen cuidandolo(a), –pienso en Ed Harris y su gran papel en The Hours–, a menudo estos personajes son b1) altruistas contagiados por el Ébola en alguna expedición, o b2) artistas alcohólicos no reconocidos por las masas, o b3) filósofos desencantados, o la mezcla de todos.
c) Vive sumido en un lamentable mar de tristeza y confusión, pues c1)su pareja pérfida los ha contagiado de un mal incurable y además los abandona a su suerte, c2) Es víctima de una enfermedad desconocida c3) Nace enfermo así nomás y tiene que apechugárselas con la certeza de que morirá–pienso en John Merrick–.
me parece no sólo una pérdida de tiempo, sino una especie de masturbación del sentido de la piedad. Por supuesto que tiene su fuerza el construir un personaje que se acerca a la muerte, y que es una buena oportunidad para sacar lo mas noble de las personas que rodean a nuestro cuasi difuntito, pero la verdad es que zamparse semejantes dramas no nos hace mejores seres humanos, cualquiera que haya experimentado la muerte de alguien cercano podrá constatar que a la hora de los trancazos (o la hora cuchi cuchi [sic.], diría Beto el Boticario) es terriblemente difícil asumir el papel de familiar, ya sea hijo, padre, esposo, suegro, concubino o entenado.
En el caso de My life without me, Ann (Sarah Polley) decide guardarse la delicadeza de confesarle a su familia que se va a morir de un cáncer malévolo, y en vez de ello trata de hacer las cosas que nunca hizo, en concreto acostarse con alguien mas y hacer que ese alguien se enamore de ella. En el camino, medio hace las paces con su madre gandalla (la punky Debbie Harry doin’ her thing) y con su padre convicto (Alfred Molina, que de preso nadie se la cree). Incluso parece que logra encontrarle una esposa de mismo nombre (Leonor Watling) al tarado de su marido (Scott Speedman), mismo que no enterándose jamás de que su esposa va a morir, ni de que le pone el cuerno con singular alegría en sus últimos días, jamás borra esa sonrisa estúpida de su rostro en hora y media.
En general la peli explora la fantasía de ‘¿Y que tal si yo me muriera?’, pues termina justo en el momento en que a Ann le empieza a resultar imposible moverse de su cama; por lo tanto nos vemos privados de manera misericordiosa de todo ese desfile de clichés dramáticos de la familia velando y sufriendo por la enferma, los pleitos legales de testamento, la aparición de hijos ilegítimos-amantes-acreedores por todos lados, y en cambio nos topamos con la shockeante facilidad con que Ann reordena su mundo, por supuesto ella misma se pregunta al final de la peli si realmente lo ha logrado; duda que supongo resuelve una vez que cae en cama y empieza a morirse de verdad, pues todo lo que hace en el transcurso de la historia es preparar su desaparición de una manera harto hipotética, pues ¿quien le asegura que Don se va a casar efectivamente con la otra Ann?, ¿Quién le asegura que esta tía no es alcohólica? ¿O que su marido cometa incesto contra las hijas por que le recuerdan a la madre muerta? ¿O que su padre al enterarse de su muerte se vuelva loco y se suicide?¿O que la amargada abuela se lleve a las nietas a la frontera para venderlas?.
Cúmulo de dudas aparte, no se niega que la peli esta bién realizada, la foto de Jean-Claude Larrieu es enorme y sorprenden los cameos de María de Medeiros y Esther García (nada mas y nada menos que la gerente de producción de cabecera de Almodóvar, y de Alex de la Iglesia) en el fallido toque cómico de la peli.
El sentimiento en general que tuve del personaje –y no se si esa era la intención– es que Ann era una verdadera hijaeputa egoísta, que al enfrentarse a la muerte se da cuenta que podría haberse desembarazado de toda su familia en un santiamén si hubiera tenido los pantalones para hacerlo.
Creo que por lo menos, eso rompe un poco el esquema de las pelis de enfermos terminales, eso es bueno para el cine…
…Y solo para el cine, por que –seamos honestos– no me sentí mejor ser humano al salir de la sala.
Mi vida sin mi (My life without me)
Canadá-España, 2003
Dir. Isabel Coixet
Sarah Polley
Scott Speedman
Deborah Harry
Alfred Molina
Mark Ruffalo