jueves, octubre 27, 2005

3-1

No me gusta el fútbol, pero me gusta la ironía con que la vida mueve a sus peones.

martes, octubre 25, 2005

Hace un año ya

Nuestros gustos particulares delinean nuestra personalidad. Más aún, la condicionan.
Las variantes que los moldean son tan vastas, que encontrarse con gente que comparte los propios es un momento de iluminación.
Hace unos cinco años experimenté esa iluminación al escuchar por casualidad el programa del locutor inglés John Peel, transmitido ininterrumpidamente desde 1967 por la mítica estación de la BBC Radio 1.
Desde ese entonces, escuchar las Peel Sessions se convirtió para mi en un ritual obligado que me abrió una dimensión gigante de todo lo que la música puede ser.
Dejar de lado cualquier prejuicio y estar siempre abierto a escuchar cosas frescas se convirtieron en el sello particular de John, quién se encargó de difundir mucho tiempo antes de ser absorbidos por el mainstream a gigantes como Joy Division, PJ Harvey, Nirvana, Pink Floyd, Nick Drake, y The Pixies por solo mencionar a algunos.
Respetado por toda la comunidad radial y uno de los pocos pasos obligados para todo músico consagrado –Bowie, Bob Marley,Leonard Cohen, The Kinks y muchos otros más pasaron por sus sesiones–, su programa puso en el mapa el término "ecléctico" y ha sido imitado una y otra vez en todo el mundo; rara vez con éxito, sobre todo en México.
Para mi, escuchar en el radio a algunas de mis bandas favoritas solo fué posible en su programa, por lo que con el tiempo le tomé todo el afecto que se le puede tener a un kindred spirit.
Lamentablemente el tiempo hizo lo suyo y hace un año murió de un ataque cardíaco durante unas vacaciones con su familia en Perú.
Es extraño lamentar la pérdida de alguien que en rigor no conoces, pero pasa.

Keep on rockin' John.


Página de John Peel en la BBC

miércoles, octubre 12, 2005

A propósito del Descubrimiento...

Empezaré diciendo que la poesía y las fiestas 'patrias' son dos de las cosas que más odio.
Sin embargo, para celebrar (¿?) el Día de la Raza, rebautizado en la era de lo políticamente correcto como "Día del Encuentro", transcribiré mis versos favoritos de una larga poesía de Amado Nervo que solían leerme cuando era niño.


La Raza de Bronce

[…]
II

Aquella tarde, en el Poniente augusto,
el crepúsculo audaz era en una pira
como de algún atrida o de algún justo;
llamarada de luz o de mentira
que incendiaba el espacio, y parecía
que el sol al estrellar sobre la cumbre
su mole vibradora de centellas,
se trocaba en mil átomos de lumbre,
y esos átomos eran las estrellas.

Yo estaba solo en la quietud divina
del Valle. ¿Solo? ¡No! La estatua fiera
del héroe Cuauhtémoc, la que culmina
disparando su dardo a la pradera,
bajo del palio de pompa vespertina
era mi hermana y mi custodio era.

Cuando vino la noche misteriosa
—jardín azul de margaritas de oro—
y calló todo ser y toda cosa,
cuatro sombras llegaron a mí en coro;
cuando vino la noche misteriosa
—jardín azul de margaritas de oro—.

Llevaban una túnica esplendente,
y eran tan luminosamente bellas
sus carnes, y tan fúlgida su frente,
que prolongaban para mí el Poniente
y eclipsaban la luz de las estrellas.

Eran cuatro fantasmas, todos hechos
de firmeza, y los cuatro eran colosos
y fingían estatuas, y sus pechos
radiaban como bronces luminosos.

Y los cuatro entonaron almo coro...
Callaba todo ser y toda cosa;
y arriba era la noche misteriosa
jardín azul de margaritas de oro.

III

Ante aquella visión que asusta y pasma,
yo, como Hamlet, mi doliente hermano,
tuve valor e interrogué al fantasma;
mas mi espada temblaba entre mi mano.

—¿Quién sois vosotros, exclamé, que en presto
giro bajáis al Valle mexicano?
Tuve valor para decirles esto;
mas mi espada temblaba entre mi mano.

—¿Qué abismo os engendró? ¿De qué funesto
limbo surgís? ¿Sois seres, humo vano?
Tuve valor para decirles esto;
mas mi espada temblaba entre mi mano.

—Responded, continué. Miradme enhiesto
y altivo y burlador ante el arcano.
Tuve valor para decirles esto;
¡mas mi espada temblaba entre mi mano...!

IV

Y un espectro de aquéllos, con asombros
vi que vino hacia mí, lento y sin ira,
y llevaba una piel sobre los hombros
y en las pálidas manos una lira;
y me dijo con voces resonantes
y en una lengua rítmica que entonces
comprendí: —«¿Que quiénes somos? Los gigantes
de una raza magnífica de bronces.

»Yo me llamé Netzahualcóyotl y era
rey de Texcoco; tras de lid artera,
fui despojado de mi reino un día,
y en las selvas erré como alimaña,
y el barranco y la cueva y la montaña
me enseñaron su augusta poesía.

»Torné después a mi sitial de plumas,
y fui sabio y fui bueno; entre las brumas
del paganismo adiviné al Dios Santo;
le erigí una pirámide, y en ella,
siempre al fulgor de la primera estrella
y al son del huéhuetl, le elevé mi canto.»

V

Y otro espectro acercóse; en su derecha
levaba una macana, y una fina
saeta en su carcaje, de ónix hecha;
coronaban su testa plumas bellas,
y me dijo: —«Yo soy Ilhuicamina,
sagitario del éter, y mi flecha
traspasa el corazón de las estrellas.

»Yo hice grande la raza de los lagos,
yo llevé la conquista y los estragos
a vastas tierras de la patria andina,
y al tornar de mis bélicas porfías
traje pieles de tigre, pedrerías
y oro en polvo... ¡Yo soy Ilhuicamina!»

VI

Y otro espectro me dijo: —«En nuestros cielos
las águilas y yo fuimos gemelos:
¡Soy Cuauhtémoc! Luchando sin desmayo
caí... ¡porque Dios quiso que cayera!
Mas caí como águila altanera:
viendo al sol, y apedreada por el rayo.

»El español martirizó mi planta
sin lograr arrancar de mi garganta
ni un grito, y cuando el rey mi compañero
temblaba entre las llamas del brasero:
—¿Estoy yo, por ventura, en un deleite?,
le dije, y continué, sañudo y fiero,
mirando hervir mis pies en el aceite...»

Callaba todo ser y toda cosa;
y arriba era la noche misteriosa
jardín azul de margaritas de oro.

Declamada por Amado Nervo ante la Cámara de Diputados en 1902, en honor a Juárez.

lunes, octubre 10, 2005

Solidaridad gremial, le dicen

Amén.

lunes, octubre 03, 2005

Tiempos modernos

Todos hemos escuchado en ámbitos muy diversos acerca de las personas que encuentran una manera de ganar dinero a través de la red; los más célebres incluso han renunciado a sus trabajos normales para dedicarse al envío sistemático de spam con la ayuda de piezas de software destinadas a automatizar tareas, o bien para alimentar blogs cuya afluencia de visitantes les reporta –a través de extraños pactos con empresas de advertising– ganancias suficientes para suplir sus dosis diarias de Cheetos, Cocas y burritos de microondas.
Esta manera de ganarse la vida pareciera ser lo más cerca que ha estado la civilización occidental de alcanzar el sueño americano; el hombre en un estado de embedding permanente con la computadora, misma que adquiere un carácter de interfaz entre el sujeto y la realidad.
No existen jefes malhumorados ni acosadores, no existen compañeros de trabajo pesados y engorrosos, no tienes que lidiar con el tráfico matutino ni cambiar la llanta que se te ha ponchado, ni siquiera te tienes que preocupar por quitarte la pijama o acaso bañarte; el enfrentamiento al mundo exterior desaparece y te refugias en el pequeño capullo de 3 x 3 de tu habitación.
Puedes si así lo deseas, ordenar tu desayuno por teléfono, ¿que tal un jugo de naranja fresco, o unos huevos con tocino recién cortado, o pan recién salido del horno?
Las responsabilidades se han reducido a supervisar el buen funcionamiento de bots que hacen el trabajo duro, sea infectar los correos electrónicos de desconocidos con millares de propagandas que nadie leerá, entrar quinientas veces al día a determinados sitios, o bien jugar una partida de póker online a tu nombre y ganar digamos unos cincuenta dólares mientras lees y respondes tu e-mail, chateas con tu novia(o) virtual que se encuentra al otro lado del mundo –y que probablemente ni siquiera llegues a conocer–, descargas por BitTorrent el último disco de Sigur Rós lanzado apenas hace unas horas, le rompes el culo al ávatar de algún engreído que no calculó tu experiencia en Halo, o simplemente te masturbas viendo sitios porno amateur. Suena bien ¿no?
Es como si los días en que tus padres te dejaban faltar al colegio y quedarte en cama hubieran regresado para quedarse, tu computadora y un módem son el cordón umbilical que te sigue atando con el mundo; y mientras tu cuenta bancaria se muestra no sólo estable sino lozana, tu piel adquiere un tono pálido y tus piernas se desacostumbran a las caminatas largas.
Mucho se ha discutido sobre la alienación provocada por la agresiva oferta de los medios de entretenimiento personales, los primeros casos documentados del fenómeno son quizás los otakus japoneses, desempleados que viven en un estado de enajenación continuo, absorbidos por el anime, el hentai o alguna starlet del momento. El caso de las madres obsesionadas con las máquinas patchinko es célebre por lo macabro de sus desenlaces; a menudo dejan a sus niños encerrados en los automóviles durante horas y muchos de ellos han muerto ahogados por el calor y hasta por deshidratación, mientras sus madres dilapidan fortunas enteras en las alegres regionalizaciones de los jackpots de Las Vegas.
Pareciera como si el objetivo de la 'evolución' del entretenimiento se orientara a no dejarte salir jamás de casa; TV-on-demand, DVD-on-demand, music-on-demand, food-on-demand, drugs-on-demand, apparel-on-demand, news-on-demand, life-on-demand.
La idea de transferir el mayor número de actividades cotidianas posibles a la esfera de lo virtual, ha convertido nuestras vidas en una gran simulación Matrix-style; el simple hecho de sentarte a jugar un juego de póker común y corriente ha desaparecido para siempre. Ahora tienes que abrir una cuenta en algun sitio consagrado a esto, descargar un software que sirve para "asistirte" en tus juegos, conectarte a algún servidor que te pondrá a jugar –si tienes suerte– con un puñado de alienados como tú que pueden perfectamente no hablar tu idioma. En el peor de los escenarios posibles, jugarás contra piezas de software – bots – escritos especialmente para desplumar a incautos como tú...
La regla primordial entre los que ven el poker online como un medio de subsistencia es la siguiente: conversa, si ellos no lo hacen, retírate de la partida. Los bots no tienen la capacidad de chatear y así es como los reconocen.
No sé a ustedes, pero éstas últimas tres líneas me suenan terriblemente similares a aquella parte de Terminator donde la resistencia aprende a reconocer a los cyborgs disfrazados de humanos...
Es evidente que el matrimonio entre el reino de lo orgánico y el de la temida AI no se dará –por lo menos en un futuro cercano– como lo planteó aquel profeta del cataclismo en el que ya vivimos inmersos: para William Gibson y para toda la subcultura cyberpunk el hombre y la máquina se incrustan casi como por un choque, aquél monstruo violador mitad hombre-mitad maquinaria industrial llamado simplemente "El Hombre de Hierro" –Tetsuo, en su original japónes–, es el paradigma de generaciones enteras de desgraciados incapaces de sostener relaciones afectivas reales con el mundo, como Tsutomu Miyazaki, quien en un arranque de depresión fué capaz de secuestrar a varias niñas pequeñas, violarlas y literalmente devorarlas como sus dioses de la pantalla chica.
La idea del pintor sueco H.R. Giger con respecto a la fusión entre el hombre y el entorno artifical en el que se ha encerrado como una crisálida, también simpatiza con esta teoría del matrimonio físico entre la carne y la máquina, pero me parece que tal proceso se ha dado ya a un nivel mucho más grotesco: el espíritu.
Cada vez es más común escuchar sobre las estadísticas –el ávatar virtual de la vox populi– que muestran como la gente está dejando de tener hijos y mascotas y en cambio engrosan las ventas de tamagotchis y aibos , de como las relaciones amorosas online pueden llegar a ser más perdurables que las reales, de como el messenger y el e-mail han sustituído de manera alarmante el correo tradicional y hasta el teléfono. Hoy en día la noticia propagada en internet de como una chica mató a su novio golpeándolo salvajemente en la cabeza con su iPod, apenas provoca un chasquear de dientes. El móvil del delito: el infortunado romeo había borrado accidentalmente toda la música contenida en el aparato; cientos de canciones descargadas por internet.
Toda esta apatía, la pérdida de la noción de comunidad e incluso de la alteridad ya ha cosechado a nivel masivo sus frutos; ahora puedo ver como mi ciudad se hunde bajo las aguas y puedo escuchar los gritos desesperados de mis vecinos ahogándose en el sótano de su casa, y puedo quedarme impávido sentado en el tejado de mi casa, esperando a que –como en las películas– alguien venga a rescatarme y a recoger los cuerpos de los vecinos.
Este escenario, en el que los humanos empezamos a comportarnos como zombies de Romero es el terreno idóneo para el florecimiento de aquella conspiración neo-medieval imaginada por Roberto Vacca y reconstruída por Eco en La Nueva Edad Media.
El umwelt tecnológico que hemos creado nos envuelve, nos seda, nos fabrica una metarrealidad en la que desaparecen los niños adictos al crack, los obreros explotados por multinacionales, el asalto al patrimonio nacional por parte de transnacionales con cara de países, el calentamiento global, la humillación y la miseria que hacemos pasar a los demás en nuestra búsqueda particular de la felicidad, la desaparición de especies animales y vegetales de la faz de la Tierra, y sobre todo, la eventual desaparición de nosotros mismos de la vida de aquellos que nos quieren.
Ya sé que parece sacado de alguna novela de ciencia ficción, pero hoy día la gente empieza a preferir la oscuridad de su cuarto, el flicker azul del monitor y el suave ronroneo del ordenador a los cielos azules, los resfriados, la presión, las risas, los besos.
Quizás suena pesimista ver las cosas de esta manera sin darle su lugar a los avances tecnológicos que nos han ayudado a crecer en el mejor sentido de la palabra, pero ver el vaso medio vacío es parte de mi posición como apocalíptico confeso.
Aunque todavía me resisto... es más, voy a dejar de escribir ahora mismo, y mejor me pondré a jugar con Mina, la perra de seis meses que desde hace un rato ilumina la vida de mis mejores amigos.
Si, eso voy a hacer.

sábado, octubre 01, 2005

y sigue la mata dando...

Batalla en el cielo es una de las peores pelis que he visto últimamente... por lo menos no pagué mi entrada.
Creo que soy yo el que está mal... no puede ser que las últimas tres pelis que he visto hayan sido tan malas...